El euro se está quedando rápidamente sin tiempo, pero tal vez Mario Draghi
tenga éxito en extenderle un poco más la vida.
Al sugerir el jueves que está cerca de alcanzar un plan maestro para reducir
los costos de endeudamiento de los deudores de la eurozona, el presidente del
Banco Central Europeo ayudó a moderar inmediatamente la presión de venta sobre
la moneda única.
No obstante, esto posiblemente dure unas pocas semanas mientras la comunidad
inversionista internacional aguarda detalles más firmes de lo que planea Draghi.
Cuando el mes próximo concluyan las vacaciones de verano en Europa, y España
retorne a los mercados con una gran subasta de bonos el 6 de septiembre, bien
podría decidirse la suerte del euro.
O los inversionistas se convencen de que la crisis de la deuda de la zona
euro ahora puede resolverse y comienzan a recomprar bonos de los deudores
periféricos y euros.
O no, y el euro volverá rápidamente a la línea de fuego para la que podría
ser la última vez.
La urgencia por resolver la crisis se hizo ahora más evidente que nunca en el
intento del presidente del BCE de la semana pasada de invitar a la acción a sus
pares de los bancos centrales de la zona euro y a los líderes políticos, cuando
declaró que el BCE estaba listo para hacer lo que fuera necesario para salvar el
euro.
En ese caso, la medida de Draghi fue solo parcialmente exitosa.
El presidente del Bundesbank, Jens Weidman, así como otros ejecutivos del
BCE, dejaron en claro que no estaban preparados para avanzar en ningún programa
de compras de bonos para ayudar a países como España e Italia a reducir sus
costos de endeudamiento, a menos que se realizaran reformas fiscales más
profundas.
Draghi quedó virtualmente reducido a admitir, durante una conferencia de
prensa del jueves, que había fracasado y sólo podría establecerse un programa de
compras de bonos una vez que los gobiernos de España e Italia realizaran pedidos
de ayuda formales a la zona euro y sucumbieran a los nuevos programas de
austeridad fiscal que acompañarían esos rescates.
Inicialmente, el mercado interpretó ese episodio en general como una
decepción. Draghi había generado expectativas de lo que podría hacer el BCE y
ahora había incumplido su promesa.
Tal vez eso sea cierto.
Pero el presidente del BCE también se las arregló para poner la
responsabilidad de una pronta solución en las manos de otros bancos centrales y
los políticos.
En el caso de España, el gobierno ahora está bajo presión para realizar un
pedido de ayuda formal antes de la próxima subasta. Si no lo hace, podría
enfrentar costos de endeudamiento estratosféricos que la acercará aún más a una
cesación de pagos de la deuda soberana.
En el caso de los directivos de bancos centrales, ahora estarán bajo presión
para delinear en las próximas semanas los detalles de un programa viable de
compra de bonos, que convenza a los mercados que la crisis puede ser resuelta.
Y en el caso de Alemania, el pagador de todo rescate, estará más que nunca
ante la disyuntiva de salir al rescate de los deudores periféricos y salvar al
euro, o aceptar que ya no vale la pena salvar la moneda única.
De manera inadvertida, el Fondo Monetario Internacional ha añadido una mayor
presión con la publicación de su último Informe de Contagio, el cual advierte
sobre la potencial conmoción económica que podría sufrir el resto del mundo
mientras siga deteriorándose la crisis de la zona euro.
Esto significa que otros líderes mundiales posiblemente también se unan al
fragor, ejerciendo presión sobre la zona euro para que haga lo que sea para
salvar el euro, y hacerlo ahora, o dar por finalizado el proyecto.
En tanto, el propio euro podría enfrentar un verano volátil, a la espera de
pruebas de que, pese a todas las decepciones, el plan de Draghi aún podría tener
éxito.
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