En Argentina, el país con más psicólogos per cápita del mundo, un juego intelectual preferido era tratar de adivinar la dinámica de la relación entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su fallecido esposo y predecesor, Néstor.
Los dos redefinieron el significado de "pareja poderosa" cuando el ex presidente, hacia el final de su mandato en 2007, ayudó a que su esposa fuera electa y luego, según los analistas, continuó manteniendo el poder tras bambalinas en el gobierno de ella.
Ahora que Néstor Kirchner murió, algunos observadores se preguntan cómo la presidenta se las ingeniará sin el hombre que fue no solamente su esposo sino también su socio político durante más de 30 años. "Ella es la presidenta, pero se comporta como una reina, cuando el presidente real era él y murió", dice Alejandro Bonvecchi, un cientista político y profesor de la universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires. "A todos los efectos, este es un país sin gobierno en este momento", sostuvo.
Los Kirchner se conocieron en la escuela de derecho durante la década de los 70 y se unieron como oponentes del brutal gobierno militar que en ese momento gobernaba Argentina. El desgarbado y estrábico Kirchner no podría haber representado un contraste mayor con su esposa, una de las estudiantes más brillantes que también era conocida entre sus compañeros como una de las más hermosas.
Formaron un equipo político altamente efectivo cuando él se transformó en gobernador de la provincia patagónica de Santa Cruz y ella pasó a ser una prominente legisladora.
"Dividieron la tarea política de la siguiente manera: él estaba a cargo de construir una base de poder en Santa Cruz y ella estaba a cargo de mantener lazos con el partido Justicialista (peronista) y el Congreso", explicó Bonvecchi.
Sin embargo, Fernández era a veces la más visible de los dos durante la década de los 90, cuando atacó las políticas de libre mercado del entonces presidente Carlos Menem. "Ella era visible y Néstor era más reservado", dijo Javier Corrales, un profesor de ciencia política en Amherst College. "Una interpretación es que él era de perfil más bajo. La otra interpretación es que él era el cerebro y ella la boca", explicó.
Kirchner fue electo presidente en 2003 y comenzó a tomar medidas para concentrar el poder en la rama ejecutiva del gobierno, arrollando a los opositores en el camino. Cuando su esposa asumió a presidencia en 2007, algunos analistas habían confiado en que adoptaría un estilo más consensual, pero la política argentina solamente se volvió más confrontacional.
A comienzos de 2008, Fernández se vio inmersa en una batalla con los agricultores respecto al alza de los impuestos a la exportación de granos. Su esposo parecía disfrutar incitando al conflicto. Un líder de los agricultores, Hugo Biolcati, se quejó de que el gobierno sufría de "esquizofrenia" porque había funcionarios más moderados ligados a la presidenta y otros más duros vinculados a su marido. En la prensa y en los círculos políticos, se hablaba de que había conflictos en el gabinete ministerial entre los "Cristinos" y los "Néstoristas".
Uno a uno, los funcionarios más moderados vinculados con Cristina Fernández dejaron sus puestos y la administración quedó bajo el control de los leales a Kirchner. "Incluso en Cuba, ya se ven más signos de independencia de Raúl Castro con respecto a Fidel de lo que se haya visto en Argentina", sostiene Corrales. El catedrático considera que lo más cercano a lo que ocurre en Argentina es la situación de Rusia, donde Vladimir Putin se alejó de la presidencia y se transformó en primer ministro, cuando el sucesor que designó, Dimitri Medvedev, asumió como presidente.
Los analistas indican que la muerte de Kirchner abre un vacío de poder que crea la posibilidad de que haya una política más marcada por la conciliación. "Esto le da a la oposición democrática una oportunidad importante, histórica, de cambiar las reglas del juego", considera Riordan Roett, especialista en América Latina de la Johns Hopkins University. Si "tendrán el coraje de hacerlo está por verse".
Hay riesgos. Los analistas citan el caso de Isabel Perón, la tercer esposa de Juan Perón, que fue vicepresidenta y asumió la presidencia tras la muerte de su marido en 1974. Incapaz de mantener las riendas del poder, cedió el control del gobierno a su ministro de Bienestar Social, José López Rega. La presidenta fue depuesta por un golpe militar en 1976 y López Rega fue juzgado por corrupción y vinculaciones a los "escuadrones de la muerte".
En la situación actual, los analistas creen que un riesgo es que la presidenta se apoye en los peronistas de la vieja guardia como el líder sindical Hugo Moyano quien ha respaldado al gobierno con decisiones controvertidas como el bloqueo de las imprentas de los diarios a los que el oficialismo considera sus enemigos.
"Si la presidenta no encuentra una forma de adaptarse, hay un riesgo de que se transforme en Isabel 2", advirtió Bonvecchi.
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