El afiche icónico de la Segunda Guerra Mundial debió
haber estado colgando detrás de Mario Draghi mientras el presidente del Banco
Central Europeo enfrentaba el jueves a la prensa tras la última reunión de
política monetaria.
El presidente del BCE intentaba convencer a los mercados
financieros de que, pese a la decisión del banco de dejar sin cambios las tasas
de interés, su posición sigue siendo ultra expansionista y los costos del
endeudamiento de la eurozona no deberían aumentar como los de Estados Unidos.
Podría decirse que el desempeño de Draghi fue
parcialmente exitoso. Los rendimientos de los bunds alemanes a 10 años en
realidad no cayeron, pero tampoco subieron, y el nivel del propio euro
retrocedió un poco tras finalizar su presentación.
El problema es que, tan calmo como estaba, Draghi fue
también demasiado circunspecto para los mercados, que querían una orientación
que indicara con mayor ímpetu que el BCE relajará nuevamente la política
monetaria y que, por ende, cortará los amenazantes lazos que se han creado con
los rendimientos de los títulos del Tesoro de EE.UU.
Pero eso no es lo que obtuvieron los mercados.
Draghi simplemente repitió la orientación del mes
pasado, según la cual mantendría las tasas de interés en los niveles actuales, o
más bajos, por un período prolongado de tiempo.
Y para empeorar las cosas, insistió en que no hay
señales de deflación en la economía de la eurozona, reduciendo aún más cualquier
expectativa de que el BCE estaría más cerca de un mayor relajamiento en esta
etapa.
Esta pudo haber sido una oportunidad pérdida para que
Draghi ampliara la brecha entre las direcciones políticas de EE.UU. y la
eurozona, y quebrara los vínculos con los rendimientos de EE.UU.
El día anterior a la reunión del BCE, el Comité de
Mercados Abiertos de la Fed emitió su propio comunicado ligeramente más
expansionista, y dio a entender que la denominada reducción de la liquidez al
mercado probablemente no comenzará en septiembre.
Esto debería haber sido de gran ayuda para reducir los
rendimientos de los títulos del Tesoro de EE.UU. y moderar la presión alcista
sobre los costos del endeudamiento a nivel mundial.
No obstante, los beneficios fueron breves; después de un
pequeño retroceso, los rendimientos de las notas a 10 años repuntaron nuevamente
en torno al reciente máximo de dos años de 2,75%, impulsados principalmente por
la fortaleza de los datos económicos de EE.UU.
Esto significa que posiblemente se reanuden las
presiones alcistas sobre los costos de endeudamiento en la eurozona y que el BCE
habrá fallado en cortar los lazos con los rendimientos estadounidenses.
Lutz Karpowitz, de Commerzbank describió el problema de la siguiente
manera: "Por un lado, [el BCE] quiere desconectarse de la Fed; por otro, debe
regirse por las reglas y se refieren exclusivamente a mantener la estabilidad de
precios".
En otras palabras, el BCE no puede ser tan expansionista
como le gustaría.
Con las vacaciones del verano boreal de agosto en plena
marcha, la reacción del mercado se mantendrá débil por ahora.
Pero dado que, tal como reconoció el propio Draghi, las
condiciones del crédito siguen siendo pobres en la eurozona, otro aumento en los
costos del endeudamiento del bloque –impulsado por alzas de los rendimientos de
los títulos del Tesoro de EE.UU.– pronto creará nuevas presiones para los países
deudores de la eurozona.
Mientras tanto, no solo hay que observar cuánto más
escalan los rendimientos estadounidenses, sino hasta dónde los siguen los
rendimientos de los bunds alemanes. Ya han comenzado a subir ligeramente una vez
más, pese a los intentos de Draghi de intervenirlos verbalmente.
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