A pesar de todo el alboroto en el mercado en torno de la posibilidad de una
tercera ronda de relajación cuantitativa (conocida en inglés como QE3), la cual
ha sonado casi desde que la QE2 terminó el año pasado, hemos estado remachando
sobre puntos contrarios: que la Fed no quiere poner en marcha otro gran programa
de compra de bonos, y no lo hará a menos que se vea obligada a hacerlo.
Hay nubes de tormenta en el horizonte que bien podrían forzar al banco a
"hacer algo", pero todavía están a suficiente distancia. Lo que significa, como
aseguró Jan Hatzius de Goldman Sachs sería mejor no apostar a que habrá una
ronda de QE3 en septiembre.
Si usted cree en la veracidad de la reciente avalancha de datos, si usted
cree que la economía no se dirige a una recesión, si usted piensa que puede
salir ileso y, bueno, si su nombre es Ben Bernanke, tiene entonces un dilema en
sus manos.
El desempleo está alto, obstinadamente alto. El crecimiento de los salarios
está estancado. El PIB del segundo trimestre no fue bueno (aunque es cierto que
fue revisado al alza) y el tercer trimestre se perfila como otro período en el
que no se ganará velocidad.
No es que Bernanke se ha sentado sobre sus manos. Lejos de ello. El
presidente de la Fed ha mantenido las tasas de interés pegadas al suelo desde
hace ya cuatro años. Ya ha lanzado y cerrado dos enormes programas de compra de
bonos, QE1 y QE2. Y está ejecutando un nuevo programa ahora mismo, la Operación
Twist, vendiendo deuda a corto plazo y comprando a largo plazo. Ha dirigido
intercambios con bancos centrales y abrió la ventanilla de descuento tanto como
era posible.
Bernanke ha hecho mucho, muchísimo, y hay serias dudas sobre los beneficios
de otro programa en comparación con los riesgos.
Ese último punto es la razón por la cual Bernanke ha sido tan reticente a
actuar. La mera sugerencia de que va a actuar ha sido bastante efectiva
últimamente —basta mirar el mercado de valores—, de modo que ¿por qué apretar el
gatillo cuando el mercado está satisfecho con sólo saber que hay alguien que
puede hacerlo?
He aquí el verdadero dilema: digamos que usted es el presidente de la Fed.
Lanzaría otro programa de QE en septiembre, incluso si no es obviamente
necesario; o esperaría hasta tener algo en el tanque en caso que esas nubes de
tormenta en el horizonte —la ruptura del euro, EE.UU. dirigiéndose al precipicio
fiscal— ganen velocidad y se transformen en un aguacero justo sobre nuestras
cabezas.
¿Intentaría adelantársele a los problemas y arriesgarse a desperdiciar
valiosos recursos o esperaría?
"Ahora pensamos que lo más probable es que la QE3 será aplazada hasta el año
próximo", escribió Chris Low, de FTN Financial. Al menos algunas personas en el
mercado de bonos están de acuerdo, dado el aumento en el rendimiento a 1,80% de
los bonos del Tesoro a 10 años. También el mercado del oro, el resguardo
favorito de todo el mundo contra un dólar débil se ha estancado en torno de los
US$1.600 la onza.
El contexto en el que estamos se va a mantener en tanto creemos que Bernanke
va a esperar para apretar el gatillo cuando tenga la absoluta necesidad de
hacerlo. Si puede aguantar hasta que la economía dé un giro hacia la
recuperación, incluso mejor. Lo que significa que tendrá que apelar a la fuerza
de su autoridad tanto en la cumbre de Jackson Hob como en la reunión del FOMC de
septiembre.
Y ahora, ¿qué debe hacer el BCE? Esa es un asunto totalmente diferente.
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