Los mercados cambiarios podrían estar a punto de cerrar el círculo.
En los años 70 y 80, cuando el mundo empresarial era mucho más controlado y
ordenado que hoy en día, las cifras de la balanza nacional de pagos eran lo más
importante. El mercado esperaba ansiosamente por señales.
Sin embargo, las cifras de oferta de dinero pasaron al centro de la atención
en la década de los 80. Y las cosas cambiaron nuevamente cuando los principales
bancos centrales introdujeron metas explícitas de inflación en los años 90. Y
esa tendencia pasó a dominar en el mundo. Cuando se daban a conocer, los datos
eran examinados por su posible impacto sobre las tasas de interés. Los números
de la balanza comercial se volvieron casi irrelevantes; notas al pie de una
serie mensual dominada naturalmente por los mismos índices de precios al
consumidor a los que apuntaban los encargados de política.
Por el momento, el principal catalizador parece ser la predisposición de los
bancos centrales para darse el gusto de la flexibilización cuantitativa, o algo
parecido, pero podríamos estar llegando al final del dominio de ese catalizador
dentro de poco. Los titulares de los bancos centrales no han perdido oportunidad
en los últimos meses de decir que han hecho todo lo que pueden, y traspasar la
responsabilidad de tomar las medidas al sector fiscal; de vuelta a los
políticos. Los mejores días de la flexibilización cuantitativa han quedado
atrás, hayan terminado o no.
Ahora analistas de Lloyds Bank creen que podríamos estar volviendo a los años
80.
Es claro que, en un mundo donde los bancos centrales se están quedando sin
ideas para estimular las economías, y las tasas de corto plazo se sitúan en
niveles cercanos a cero, hay un creciente enfoque en que la tasa de cambio tenga
un impacto independiente sobre las condiciones financieras, señalaron.
"En ausencia de cambios significativos en la política monetaria, un mayor
enfoque sobre el valor y la estabilidad es probable, y las cuentas externas son
un componente clave para evaluar ambas", según Lloyds.
Tienen algo de razón, también. El abatido yen ya está comenzando a sufrir por
el deterioro en la balanza comercial de Japón, mientras el dólar canadiense está
comenzando a verse muy sobrevaluado en momentos en que la balanza de cuenta
corriente de Canadá se ve perjudicada por los altos niveles de endeudamiento de
los hogares.
Si las economías desarrolladas necesitan más estímulo, entonces una
indecorosa precipitación hacia el piso podría estar a punto de comenzar en los
mercados de divisas. Y los datos de comercio exterior podrían convertirse en
munición en las guerras de monedas ahora que las balas de las tasas de interés
se han acabado.
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