A fin de mes, Tomoko Akiha por fin se mudará.
Un grupo llamado Aichikara la ha ayudado, encontrándole un apartamento en el centro de Japón, lejos de su hogar en Fukushima, el cual fue contaminado por el desastre nuclear del año pasado. También hallaron escuelas para sus hijos y concertaron citas con los directores.
Los desastres de marzo de 2011, en los que murieron 19.000 personas y cientos de miles fueron desplazados, cambiaron su vida por completo, pero en medio de las perturbaciones, Akiha ha forjado nuevas amistades.
"Pese a las cosas horribles que sucedieron, aún queda esperanza", dijo.
En la costa nororiental del país, en la que pueblos enteros fueron arrastrados por el tsunami, las comunidades luchan no sólo para reconstruir lo perdido, sino para buscar nuevos tipos de negocios, como granjas solares, centros de atención al cliente y pesqueras comerciales que algún día podrían dinamizar la economía de esta región que está estancada desde hace mucho tiempo.
En muchos casos, lo bueno está íntimamente ligado a lo malo. Los nuevos negocios se están trasladando al nororiente debido a que los anteriores fueron borrados por las aguas.
Las compañías buscan nuevas fuentes de energía tras la pérdida, al menos momentánea, de los reactores nucleares del país. El debate público ahora se concentra en cómo reformar un sistema de servicios públicos que suele ser criticado por ineficiente después del accidente nuclear en el complejo Fukushima Daiichi.
Japón también ha visto un renacimiento del activismo y el trabajo voluntario. A lo largo del país, los líderes y organizaciones locales han dado un paso al frente para llenar el vacío dejado por un gobierno nacional confundido y lento.
Sin embargo, muchas cosas no han cambiado. Japón sigue atrapado en la misma parálisis política en la que se encontraba antes del accidente, en la que los dos partidos más grandes se pelean por la aprobación de proyecto de ley impositivo, pese a que ambos concuerdan en que necesita ser aprobado.
El miembro de la coalición de gobierno Shizuka Kamei asegura que los votantes japoneses están volcando su atención a los líderes locales enérgicos como los alcaldes de Tokio y Osaka, quienes podrían presentar sus propios candidatos legislativos en la próxima elección.
Kamei dice que quizás se una a ellos. "tenemos que construir algo nuevo entre las olas que recorren a todo Japón", observa.
Construir algo nuevo es la meta de la división de productos marinos de la prefectura de Miyagi, en el nororiente del país. Incluso antes del tsunami, las pesqueras de Miyagi estaban en declive, asegura Yuji Izumi, un funcionario del gobierno que supervisa la industria.
La prefectura ha propuesto emitir licencias de pesca, que normalmente son reservadas para los pescadores locales, a las empresas conjuntas entre los ciudadanos y empresas de mayor envergadura.
No es una tarea fácil. "Les estamos diciendo que tenemos que construir algo que pueda sobrevivir incluso en un mercado muy competitivo", dice Izumi.
El gobierno japonés está tratando de atraer a las empresas al noroeste del país con una gama de exenciones de impuestos y subsidios. Yukon Kaname, director de la filial japonesa del fabricante de paneles solares Canadian Solar Inc., espera construir campos solares que generen energía en áreas en las que la agricultura es imposible debido a la alta concentración de sal en el suelo. Asegura que está preparando una propuesta para crear un complejo solar dentro de la zona restringida alrededor de la planta nuclear Fukushima Daiichi.
"Perdieron muchas de sus industrias principales, pesca, el negocio forestal, agricultura", señala Kaname. "Buena parte de eso no regresará, especialmente en Fukushima".
La contaminación de Fukushima obligó a Akiha a probar suerte lejos de su ciudad natal de Date, a 56 kilómetros de la planta Daiichi.
Akiha, al igual otras madres en Date, mantuvo a sus hijos en casa después de que la nube radioactiva se movió hacia ellos, negándose a las súplicas de su hijo de 12 años para que lo dejara salir a jugar béisbol.
En agosto, los envió a un campamento de verano, organizado por
Aichikara, en la ciudad de Nagoya, en el centro del país.
Anri Ishihara, de 28 años, fundó el grupo en abril pasado y organizó el campamento. También organizó visitas de los miembros de Aichikara a Date.
Ishihara nunca antes había participado en actividades de ayuda. "Creía que no eran interesantes", relata Ishihara, una energética secretaria política.
Pero después del desastre, viajó al norte para entregar ayuda y regresó transformada, cuenta. El grupo ahora tiene 30 miembros.
Ishihara ayudó a la familia Akiha a encontrar un apartamento en un área en la que residen muchos miembros de Aichikara. También ayudó a conseguir muebles gratis con la Cruz Roja.
El esposo de Akiha, que trabaja en construcción, se quedará para atender su negocio. Akiha está agradecida. "Podré vivir como una persona normal de nuevo", dice.
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