La reunión de líderes de la eurozona de esta semana, que no estaba diseñada
para tomar decisiones, finalmente no decidió nada. ¿Y qué? La falta de
conclusiones durante la cena del miércoles significa poco para la evolución de
la crisis de la eurozona. Eso lo determinarán las elecciones griegas del 17 de
junio y la cumbre del 30 de junio.
Poco pueden hacer los responsables de políticas de la eurozona con respecto a
Grecia antes de sus comicios. No tienen otra opción más que volver a instar a
Grecia a que cumpla los acuerdos adquiridos, dado que cualquier señal de que los
está comprometiendo beneficiaría al partido Syriza, contrario al rescate, y a su
líder Alexis Tsipras.
Es imposible adivinar qué pasará con Grecia si Tsipras obtiene el poder.
Salvo que se produzca un catastrófico pánico bancario, podría haber muchos más
actos en el drama griego. El acuerdo de rescate se diseñó para evitar el riesgo
de un impago inmediato de la deuda extranjera. Ambas partes tienen un gran
incentivo para evitar una salida de Grecia.
Con respecto a iniciativas más amplias para abordar la crisis, hay menos
incertidumbre. Una propuesta –que la Unión Europea fomente el crecimiento de las
economías con problemas aumentando los recursos del Banco Europeo de Inversiones
para financiar inversiones en infraestructuras– ya ha sido aceptada, sujeta a
que se resuelvan unos detalles técnicos, como encontrar la manera de garantizar
que el BEI conserve su calificación de triple A.
Por otro lado, la propuesta franco-italiana de crear bonos estatales de la
eurozona tiene cero posibilidades de adoptarse en estos momentos. Alemania no
aceptará un bono común, mientras la deuda y los déficit sigan tan altos y viendo
que algunos países –en particular Francia e Italia– han progresado poco a en sus
reformas económicas. Según los actuales acuerdos fiscales de la eurozona,
Alemania considera que los elevados tipos de interés en los países con problemas
fiscales son la única manera de imponer la disciplina fiscal en países que de
otra manera rechazan la reforma.
El verdadero premio en juego el 30 de junio es avanzar hacia una unión
bancaria, incluido un fondo de rescate bancario paneuropeo respaldado por un
régimen de resolución paneuropeo. Esto iría a la fuente real de las tensiones en
la crisis del euro, rompiendo el vínculo entre la solvencia del gobierno y la
solvencia bancaria. Evidentemente, hay obstáculos prácticos, entre ellos, fijar
unas condiciones adecuadas: ¿Cómo pueden los gobiernos estar seguros de que el
dinero de los contribuyentes no se está empleando en sanear las cajas de ahorros
españolas que deberían cerrarse?
La Comisión Europea anunciará propuestas para crear un régimen común de
resolución el 6 de junio, que abordará parcialmente estas preocupaciones.
Además, la creación de un fondo europeo de rescate se lograría permitiendo que
el Mecanismo Europeo de Estabilidad adquiera participaciones directas en los
bancos.
Viendo el desafío político que supone lograr apoyo para lo que supone un tipo
de transferencia fiscal, Alemania podría acordar esta medida sólo como último
recurso, de acuerdo con una fuente cercana a la manera de pensar del gobierno.
Pero el hecho de que Berlín no descarte esta medida significa que es posible dar
un gran paso adelante.
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